EL
MUNDO
20 septiembre
2019
Qué
se puede hacer para prevenir el Alzheimer
En España, unas 800.000 personas
padecen Alzheimer, una enfermedad neurológica considerada la causa más
frecuente de demencia en todo el mundo, según las cifras ofrecidas por la Sociedad
Española de Neurología (SEN) con motivo de la celebración del Día Mundial del
Alzheimer, mañana 21 de septiembre.
La enfermedad de Alzheimer tiene una vinculación que no se
puede obviar con el envejecimiento, aunque esta patología no es una consecuencia
inevitable de la edad. El hecho de que el nuestro sea un país especialmente
envejecido puede estar repercutiendo en un aumento del número de casos. También
sucede que se diagnostica en fases más precoces de la enfermedad gracias a los
logros obtenidos en investigación.
La genética, al igual que el envejecimiento, es otro factor
de riesgo no modificable de Alzheimer. Sin embargo, el Alzheimer solo está
determinado genéticamente en un 1% de los casos. Así lo explica a CuídatePlus Nina Gramunt,
neuropsicóloga y directora técnica del Área Social de la de la Fundación Pasqual Maragall.
El Alzheimer comienza provocando cambios neuropatológicos en
el cerebro sin que la persona presente síntomas; una fase que podría durar
hasta 20 años. Después, viene el deterioro cognitivo leve y, más adelante, la
demencia.
Hoy en día todo el mundo sabe que los hábitos de vida
impactan en la salud cardiaca, pero lo que no conoce es la repercusión de estos
patrones diarios en las probabilidades de padecer Alzheimer. Para concienciar a
la población en este sentido, la Fundación Pasqual Maragall lanza este año la campaña “Cuando te cuidas,
el Alzheimer da un paso atrás” -que consiste en un conjunto de
actividades para la sensibilización en diferentes ciudades españolas-. Este lema
está basado en un estudio publicado en la revista científica Lancet Neurology que concluye que uno de cada tres casos de
Alzheimer se podría prevenir mediante hábitos de vida saludables.
Gestos importantes
para la prevención
Una de cada dos personas tiene relación directa o indirecta
con la enfermedad de Alzheimer, pero la mayoría de gente desconoce que existen
hábitos de vida que pueden ayudar a prevenirla. Hablamos de los factores de
riesgo modificables.
Por un lado, describe Gramunt,
“son todos aquellos factores que van a aumentar el riesgo cardiovascular:
la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, el colesterol alto y el
tabaquismo”.
Por otro lado, se encuentran los aspectos relacionados con
el estilo de vida (nutrición; actividad física, cognitiva y social, y hábitos
de sueño). La práctica de ejercicio físico, aparte de repercutir en el corazón,
también lo hace en la salud neuronal. El ejercicio ayuda a disminuir el daño
vascular cerebral. Además, hay estudios que demuestran que podría protegernos
del deterioro cognitivo y que promueve la formación de nuevas neuronas en el
hipocampo (una estructura clave para la formación de nuevos recuerdos y, por
tanto, para tener una buena memoria reciente).
En cuanto a la alimentación, la dieta mediterránea tiene un
efecto positivo porque combate el estrés oxidativo, mientras que el consumo
excesivo de alcohol es enemigo del cerebro.
La neuropsicóloga destaca la importancia de que el sueño sea
reparador. Y es porque mientras dormimos se activan mecanismos necesarios para
deshacerse de productos tóxicos del metabolismo cerebral, como la proteína amiloide beta, cuya alteración es clave en la enfermedad de
Alzheimer.
Respecto a la actividad cognitiva, Gramunt
señala que “el nivel de estudios académicos contribuye a mejorar la
reserva cognitiva. Mantener la mente activa también, y puede ayudar a retrasar
la aparición de los síntomas del Alzheimer ante los cambios cerebrales
patológicos. Es fundamental hacer cosas nuevas, asumir retos (como aprender un
idioma), leer, o adquirir una nueva habilidad (como tocar un instrumento). No
hay que limitarse simplemente a repetir lo que ya sabemos hacer”.
Por último, conviene no dejar de lado las actividades
sociales puesto que, como recuerda la especialista en Neuropsicología,
“la socialización es una forma útil de mantener activa la mente, a partir
de la interacción con otras personas, enriqueciendo nuestros conocimientos o
aprendiendo de otras perspectivas, pero, fundamentalmente, evitando el
aislamiento y sus consecuentes implicaciones en la salud mental.”